1. La ubicación
A la hora de conocer el valor de una vivienda, es fundamental la localización. No es lo mismo que tu vivienda se sitúe en una capital de provincia que en un pueblo pequeño a varios kilómetros de la ciudad. Habrá diferencia de precio entre una y otra, porque el precio por metro cuadrado varía también. Además, dentro de la misma ciudad, es distinto vivir en el centro que a las afueras. Siempre será más caro vivir en el núcleo urbano, como ocurre, por ejemplo, con el centro de Madrid.
De la misma forma, en el momento de valorar la vivienda influyen otras condiciones:
- El número de habitantes de la población.
- Los servicios que haya cerca (centros educativos, centros de salud u hospitales, supermercados, farmacias, gimnasios…).
- Cómo de bien esté comunicado, es decir, los servicios de transporte que haya próximos a la vivienda (paradas de autobús, metro o tren).
- La actividad o el ocio de la zona: si hay bares, restaurantes, o espacios de ocio y diversión (cines, museos, teatros, etc). Si hay parques o zonas ajardinadas cerca también es importante, sobre todo ahora tras el confinamiento, ya que hemos empezado a valorar (más aún) los espacios abiertos.
2. El estado de la vivienda
Hay que prestar atención a las características y estado del inmueble, pero también al estado del edificio (si se trata de un apartamento). Cuanto mejor esté un inmueble y menos años tenga, más valor tendrá.
Respecto a la vivienda, son importantes las dimensiones (número de habitaciones y estancias) y materiales de construcción, así como el año en el que se construyó. No valdrá lo mismo una vivienda antigua, que una de reciente construcción.
Si la vivienda se encuentra dentro de una urbanización se valorarán, además, las zonas comunes que ofrece: piscina, gimnasio, sauna, jardines, etc. Si el edificio tiene ascensor o garaje también es un plus.
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